jueves, 2 de abril de 2009

“¿De cuál periodismo hablamos?”






Entrevista a Luis Alberto García Aguirre, Jefe de Vinculación con Medios y Corresponsales Extranjeros del Instituto Federal de Acceso a la Información


“Cuando se me cuestiona: ‘¿por qué estudiaste éso, para qué arriesgarse, por qué si en el incendio la gente huye, los periodistas van para adentro?’, les contesto: simplemente porqué está ahí, porqué existe el hecho”.

De sangre azul y piel dorada desde 1964 en que inició el bachillerato universitario y entró en la vida profesional como informador cuatro años después, a él no parece faltarle nada por realizar; pero su pensamiento abierto y generoso lo impulsa a seguir trabajando por México y por los periodistas desprotegidos del país.

Así lo hizo de 1995 a 2002, cuando colaboró con Reporteros Sin Fronteras (RSF) de París y el Comité de Protección a Periodistas (CPJ) de Nueva York como su delegado representante en México, apoyando también a la Fraternidad de Reporteros de México, a la Fundación Manuel Buendía y otras entidades gremiales nacionales.

Ésas y otras pasiones lo llevaron a sacrificar muchas cosas, a conocer el olor a muerte en frentes bélicos africanos y latinoamericanos, a vivir el peligro y la incertidumbre en Angola, Sudáfrica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, las islas Malvinas y Colombia; pero, más allá de todo, agradece lo que le ha dejado tan noble carrera.

Hoy es parte del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI); pero detrás de esa personalidad sonriente, simpática, amigable, se esconde un hombre sediento de justicia y progreso para un México con libertades, decente y sin corrupción, aunque sería mucho pedir, según él.

El origen
Nacido el 8 de julio de 1948 frente de la columna de la Independencia, en la colonia Cuauhtémoc del Distrito Federal, Luis Alberto Adrián García Aguirre, fue educado bajo la notable influencia ideológica de sus padres: doña Clemencia Aguirre Linares, de origen español, y don Miguel García Munguía, médico cirujano de Pátzcuaro, Michoacán.

“Mi madre, cuya familia es originaria de Oñate, provincia de Guipúzcoa, al norte de España, se casó en 1937 en México a la edad de 23 años, para después inculcarnos gran solidez de pensamiento, mientras mi padre, modesto médico de provincia nacido en 1907, nos transmitió su arraigado nacionalismo, herencia de mi abuelo, el doctor Gabriel García Romero, benefactor y patriota michoacano fallecido en 1915, a los 44 años de edad”.

Desde pequeño, Luis Alberto tuvo oportunidad de establecer contacto con las amistades de sus padres, entre cuyos hijos se encontraban jovencitos más o menos de la misma tesitura educativa que le marcaron de alguna forma la manera de ser, estudiar, pensar y actuar.

Su vicio mayor ha sido la lectura, y cuentan sus primos que de pequeño se aburría en las reuniones familiares, pues prefería arrinconarse a leer mientras ellos jugaban, a él no le gustaba eso, y tanto tiempo después, los textos de aventuras, las biografías, novelas históricas y libros-reportajes –por ejemplo, Los indios de México de Fernando Benítez, La piel y la entraña de Julio Scherer, La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, Cuernavaca ante El Vaticano de Luis Suárez, Hiroshima 1945 de John Hershey, A sangre fría de Truman Capote, Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso, Las rayas del tigre de Guillermo Thorndike, La charola de Sergio Aguayo Quezada, Guerra en el Paraíso de Carlos Montemayor, El ejército de Dios de Álvaro Delgado, Operación Masacre de Rodolfo Walsh, La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe, Biografía del Caribe de Germán Arciniegas, Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Filipinas es mi jardín, Los topos, La primavera del Este y Adiós Hong Kong de Manuel Leguineche, La guerra de Angola, El Sha, Ébano y El imperio de Rizsard Kapuscinski , Reportaje al pie de la horca de Julius Fucik, Operación Carlota de Gabriel García Márquez y El Cártel, En estado de alerta y Horas extra de Jesús Blancornelas, La lejanía del tesoro de Paco Ignacio Taibo II y Despachos de guerra de Michael Herr- están entre sus preferidos, recomendados por él a colegas, alumnos, parientes y amigos por igual.

Dice tener esas preferencias, porque algunos de esos autores se meten en sus personajes, como Capote y Bonasso, exponentes de la non fiction novel, no creadores de un nuevo periodismo, sino de una diferente forma de hacerlo, y así le ocurrió a Luis Alberto al fantasear en lecturas que de niño lo impactaron e introducirse en los protagonistas de las mismas, por ejemplo, Guillermo Tell: “Esto fue en julio de 1960, justo cuando acababa de cumplir los doce años y padecer una larga enfermedad que me llevó a guardar reposo varios meses, tiempo que aproveché para leer El libro de nuestros hijos, que contenía la historia de la ballesta, el niño y la manzana”.

Y añade: “Entonces fui definiendo una vocación, pues tenía inquietud y curiosidad por las cosas, por el mundo, por mi país, sus lugares y su gente: fue así como nació esa fascinación por la literatura, la historia universal y nacional, no así por la lógica y, en la Universidad, por la teoría de la comunicación, que siempre me ha parecido árida, aburrida, sin alma, aunque es necesario estudiarla”.

A pesar de su interés por aprender cada vez más, su gran falla siempre fueron los números: “Estaba peleado con la aritmética y la geometría, posteriormente con el álgebra y la trigonometría, y me quedé atorado permanentemente en esas materias, a tal grado que iba que presentar exámenes a título de suficiencia especiales para poder librar esa situación”.

Esa circunstancia provocó tal mortificación en sus padres, que llegaron a decirle: “Eres un mal ejemplo para tus hermanos”, algo que hoy define como ironía, ya que su hermana María Cristina, tres años menor que él, se convirtió en matemática y su hermano menor, Miguel Ángel, lo culpa de haber estudiado estadística y antropología social al mismo tiempo.

“Mi hermano tenía 14 años y yo 20, le di a leer un libro titulado Escucha, yanqui del sociólogo estadounidense C. Wright Mills editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE), quien realizó un importante estudio sobre la Revolución cubana, y eso fue lo que lo impulsó a ser antropólogo según cuenta”.

Miguel Ángel García está en la lucha por la justicia social en el sureste mexicano, en Oaxaca y Chiapas, al frente de la organización no gubernamental Maderas del Pueblo del Sureste, dedicado a dar asesoría y apoyo a las comunidades indígenas de esa región en las que Dios no se detuvo, como dicen allá.

Para Luis Alberto el camino único fue el periodismo, fortalecido con estudios de comunicación política y relaciones internacionales, reconocido por sus colegas contemporáneos como excelente reportero, editor, traductor, director de revistas y periódicos, guionista, productor de televisión y radio, profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Iberoamericana (UIA), con una vida dedicada a aprender, enseñar y compartir.

Formación inmodificable
Su vocación cada día más sólida por las letras lo llevó a ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria número 1, Gabino Barreda, cuya sede era entonces el edificio colonial del Colegio de San Ildefonso, en el corazón mismo de la capital del país, en donde tuvo por primera vez la satisfacción de ver su nombre impreso en un papel periódico, en octubre de 1967.

“Mi primer trabajo periodístico se publicó en un pequeño diario estudiantil titulado Lid: se trataba de una crónica que realicé sobre la presentación de Carlos Lyra, compositor, poeta y literato brasileño, quien recién llegaba del exilio a México, luego del golpe militar en Brasil, en abril de 1964, después de vivir en otros países y darme las primeras lecciones de portugués en la mesa de un café que ya no existe, el Lobo Bobo de Insurgentes Sur”, dice Luis Alberto nostálgico y agradecido.

La llegada del compositor lo marcó, ya que produjo su primera publicación y se enamoró de la bossa-nova, estilo musical brasileño de principios de la década de los sesenta, en tiempos en que –confiesa- ya se interesaba por las coleguitas bachilleres a quienes susurraba al oído la Chica de Ipanema y Mais que nada, piezas inmortales de Joao Gilberto y Sergio Méndes, símbolos de aquella famosa música cadenciosamente romántica de la tierra más verde de América del Sur.

Su formación académica se vio empapada con la presencia y enseñanza de míticos profesores, reconocidos por ser grandes pensadores, escritores, científicos y periodistas, entre ellos María Canales, Vicente Méndez Rostro, María Teresa de Landa y Ríos, Francisco de la Borbolla, Henrique y Pablo González Casanova, Enrique González Pedrero, Rubén Salazar Mayén, Francisco López Cámara, Arnaldo Córdova, Gustavo Sáinz, Miguel Barbachano Ponce, Gabriel Careaga, Sergio Colmenero, Octavio Rodríguez Araujo, Miguel Ángel Granados Chapa, Froylán López Narváez, Fernando Benítez, Antonio Delhumeau, Manuel Buendía entre otros, a quienes se sumarían el boliviano Mario V. Guzmán Galarza, quien lo presentó a Rodolfo Puiggrós, ex rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UNBA), patriarca del exilio argentino en México de quien Luis Alberto fue adjunto de cátedra de febrero de 1975 hasta su muerte en noviembre de 1980.

Con él aprendió de arriba abajo la historia de América Latina y, entre paréntesis, vale la pena decir que Luis Alberto apoyó solidariamente a periodistas perseguidos que, gracias a él, encontraron trabajo en México, funcionando como enlace entre ellos y columnistas influyentes del prestigio de Manuel Buendía, quien se encargó de denunciar las atrocidades de la dictadura militar de Jorge Rafael Videla y las tentativas de asesinato en contra de la dirigencia opositora en el exilio, mediante una labor clandestina de nuestro entrevistado, reconocido por el gobierno de Néstor Kirschner junto con otros mexicanos al cumplirse el trigésimo aniversario del golpe que impuso el terrorismo de Estado en Argentina en marzo de 1976.

Ingresó al bachillerato en 1964 con Armando Díaz López, su amigo más antiguo, entre los más queridos desde entonces, teórico político y sindicalista comprometido siempre, y también compartió aulas con el escritor Paco Ignacio Taibo II y la actriz Ofelia Medina: “Luego –prosigue- los cuatro fuimos a dar a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en el convulso 1968, con la enorme suerte de haber tenido maestros que nos enseñaron a escribir y a poner puntos y comas como era debido, hasta obtener la licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva con un jurado de lujo: mis sinodales fueron Buendía, Granados Chapa, los escritores argentinos Cristina Carnevale y Máximo Simpson y el gremialista chileno Hernán Uribe Ortega, secretario general de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)”.

Catedráticos como Puiggrós, quien recomendaba siempre partir de las realidad de nuestras naciones para el análisis de sus contradicciones, le ayudaron enormemente a su formación como periodista y tiene hasta la fecha muy presentes sus enseñanzas, lo mismo que las lecciones del profesor Buendía: “Él decía que todo buen reportero debía tener una vasta agenda personal y un buen archivo bajo el brazo, o si no dedicarse a otra cosa.”

En suma, su preparación se vio forjada por el contacto que estableció con los perseguidos de las dictaduras de Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Chile y su participación en el movimiento estudiantil de 1968, cuando, siendo apenas un mozalbete de 20 años recién cumplidos, testimonió la represión y tortura de sus compañeros Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Romeo González Medrano, Salvador Ruiz Villegas, Félix Hernández Gamundi, Raúl Álvarez Garín y Luis González de Alba entre muchísimos otros, que con la guía y la orientación ideológica del ingeniero Heberto Castillo Martínez no se conformaron con ser ex presos políticos y enseñaron todo lo que sabían: “Decían que lo único que podrían agradecerle a Gustavo Díaz Ordaz fue haberles dado tiempo para estudiar y reflexionar sobre la realidad mexicana”.

Su mundo
García Aguirre no se cree con la autoridad ni la confianza de dar consejos; pero opina resueltamente que, un buen periodista, debe ser “el inquieto, el curioso, el metiche, el que gusta de la aventura, aquél que rescata lo mejor de un hecho para narrarlo, quien debe contar además con solidez cultural, pues saber escribir significa poner los adjetivos necesarios, dar la nota con puntualidad, haciendo uso correcto de la lengua castellana”.

Destaca con argumentos algo que un profesor muy querido le decía: “La mejor forma para aprender a escribir es leer, sobre todo a los grandes periodistas, porque algo se nos contagiaría sin remedio, añadiendo un consejo invaluable: un buen periodista debe servir a través del periodismo y no servirse de él, debe rechazar la corrupción, el invento y la mentira, proteger sus fuentes, los datos personales y buscar el acceso a la información”.

Afirma que, pese a todo, históricamente, desde los tiempos de Joaquín Fernández de Lizardi y su Periquillo Sarniento, el periodismo mexicano ha participado en el rescate de valores que queremos y buscamos, justa, libre, generosamente:“Esta profesión debe ser valiente y creativa, lamentablemente hoy en manos de traficantes de la información, mezclado en una alianza deleznable, indeseable e indecente con el poder, especialmente por parte de la radio y la televisión privadas”.

Añade molesto: “Un factor negativo de nuestro periodismo, con todo y sus grandes valores, es la complicidad con el poder económico que lo ha convertido en un periodismo de mercado, ausente de trabajos de propuesta, que digan lo que otros callan, valiente y desligado del peso enorme del poder político”.

Remata así esta parte de la entrevista, realizada una mañana calurosa bajo los eucaliptos del parque de Los Viveros de Coyoacán: “¿De cuál periodismo hablamos? Queremos un México decente, enaltecedor de nuestro nacionalismo, que nos obsequie valores al alzar la voz y al pronunciar cada sílaba. Desagrada la falta de honestidad ante la que el país permanece opaco por la falta de propuestas sobre transparencia y rendición de cuentas, por ejemplo en las campañas electorales. Estamos ante la enorme posibilidad de sacarlo adelante, a pesar de los pesimistas que afirman no es una nación viable”.

Luis Alberto Adrián considera que su debut verdaderamente profesional, con una paga de 125 pesos semanales, fue en febrero de 1969 en la revista Presagio dirigida por José Pagés Rebollar -hijo de José Pagés Llergo, director y fundador de la revista Siempre!-, quien le dio la enorme oportunidad de aprender en la práctica por las mañanas todo lo que, en paralelo, asimilaba por las tardes en términos teóricos en nuestra Universidad Nacional.

Con talentosos jóvenes de aquella época que eran colaboradores de Presagio como Diego Valadés Ríos, Enrique Krauze, José Dávalos Morales, Adalberto y Gustavo Adolfo Zapata, Javier Fernández Aguilar, Norma Philippe, Marcela Domínguez Lacroix, Enrique León Martínez, Miguel Kolteniuk y Jorge Ruiz Dueñas, Luis Couturier, Gabriel Flores y Guillermo Ceniceros -seguidos después por Jorge Meléndez Preciado, Humberto Musacchio y Miguel Ángel Flores, con los cuales compartió ideas y espacios en El Universal-, Luis Alberto vivió el cierre del semanario debido a la represión de Díaz Ordaz, al ser una revista de oposición política. “Mi paso por Presagio fue, sin duda, parte de una formación que fortaleció mis convicciones y conocimientos”.

Su inserción profesional lo llevó a crear fuertes relaciones amistosas, las cuales a lo largo de tantos años de carrera, ha sabido cultivar y conservar para ser reconocido por su entrega profesional, debido también a la facilidad que tiene para hablar portugués y otros tres idiomas, además de ser una persona responsable y confiable, leal, solidaria y compartida, como lo recuerdan Rafael Serrano, José Antonio Carillo, Leo Otero, Rafael Gutiérrez, Roberto Calleja, Enrique Vallejo, Fernando Valdés Flores, Guadalupe Ferrer y Amalia Frías Santillán, todos sesenta y ocheros de la primera hora.

Tales características le abrieron las puertas al mundo de los medios internacionales: su debut como corresponsal de un medio extranjero fue en 1979 con Radio Noticias del Continente de San José, Costa Rica, desde la ciudad de México, para, tiempo después, colaborar regularmente con los Cadernos do Terceiro Mundo, Ecología e Desenvolvimento, la Empresa Brasileña de Noticias (EBN) y Cable News Network (CNN) de Estados Unidos.

Se convirtió en corresponsal de Siempre! y el diario El Universal en la antigua República Federal Alemana (RFA), a donde fue a dar con Pagés Rebollar y Serrano en abril de 1972: “Mi trabajo consistía principalmente en conseguir entrevistas con personajes destacados de la política, la economía y la sociedad alemanas, entre ellos el canciller Willy Brandt, de quien guardo uno de los recuerdos más impactantes de mi vida, al escuchar un casi monólogo inteligente e inolvidable”.

Su contacto en aquel país con el agregado cultural de la embajada mexicana en el país europeo, José María Pérez Gay, le permitió realizar cursos temporales en la Universidad de Colonia y regresar a México con importantes herramientas intelectuales.

Para Luis Alberto García -quien ha colaborado en medios impresos y electrónicos nacionales e internacionales en todos los géneros para ir recorriendo el mundo, incluida la cobertura de eventos deportivos y de espectáculos, políticos, económicos, religiosos y culturales- vivir en el extranjero es un enorme referente, pues desde fuera se tiene otra perspectiva de la nación mexicana y se regresa al país con un aprecio extraordinario de sus valores, reteniendo con mayor lucidez las cosas.

“Los viajes ilustran, enseñan mucho, y lo que debemos hacer es comprender las distintas realidades y tomar lo mejor de ellas”, agrega en este amplio recorrido de su vida, permitiéndose conocer, por ejemplo, a Luis Inácio Lula da Silva, a quien vio por primera vez en Brasil en 1978, cuando ya empezaba a ser un reconocido dirigente sindical en Sao Paulo: “Era un líder en potencia desde que formaba parte de la oposición en contra de un gobierno militar represivo y rapaz, fundador del Partido de los Trabajadores (PT) dos años después, sin imaginar que se convertiría en presidente constitucional de la nación en octubre de 2002”.

Luis Alberto evoca un hecho relevante y emotivo para él durante la visita a México de una delegación brasileña realizada en septiembre de 2003, en la que el presidente Lula le obsequió un libro biográfico de la socióloga Denise Paraná firmado por él: “Fue una sorpresa para Vicente Fox y todos los presentes, quienes seguramente se preguntaban: ‘¿bueno, y ese señor de barbas y anteojos ¿quién es?’. Es una de las grandes anécdotas de mi carrera”.

A partir de 1975, en las revistas Jet set, Él e Interviú se especializó en la crónica deportiva, reconociendo a Manuel Seyde y Francisco Ponce como maestros de un género tan creativo, porque permite hacer literatura y periodismo al mismo tiempo, como habitualmente lo reflejan Eduardo Galeano, Juan Villoro, César Luis Menotti y Jorge Valdano en sus libros.

Cuenta que admira a Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez, premios Nóbel de Literatura en 1954 y 1982, a colegas como su profesor Fernando Benítez, Manuel Leguineche, Miguel Bonasso y Rizsard Kapuscinski, quienes han ejercido una influencia siempre positiva en su vida, sobre todo este último: “Kapuscinski, un verdadero maestro de periodistas, es autor de los mejores reportajes que hemos leído, con la enorme cualidad de crear obras que combinan todos los géneros imaginables, empezando por la crónica y el reportaje”.

Sin embargo, la experiencia le ha demostrado que la entrevista es sumamente apasionante, considera que pone en marcha la memoria y recuerda a sus entrevistados, a los cuales guarda gratitud por los momentos compartidos, por permitirle participar de sus reflexiones y pensamientos.

Una de sus más grandes experiencias como entrevistador fue cuando tuvo la oportunidad de convivir una tarde completa con Muhammad Alí, Cassius Clay, el campeón mundial de los pesos completos de 1964 a 1975: “Fue en Lake Livingston, a sesenta millas de Houston, Texas, en noviembre de 1976, sin que pasen por alto aquellas otras entrevistas que me dieron seres humanos admirables, hombres y mujeres, desde líderes guerrilleros a jefes de Estado, personajes políticos y caudillos culturales de la más alta talla”.

En cuanto a los medios de comunicación, lo que más le gusta es la prensa escrita, a pesar de que ha incursionado, dirigido, y escrito para radio y televisión en Estados Unidos, Brasil y Francia, aunque confiesa que no le llaman mucho la atención al argumentar que son efímeros, fríos, cuyos contenidos pasan rápido, se van: “En cambio los periódicos o revistas permanecen hasta en la peluquería, como decía sabiamente mi padre. El periodismo escrito es algo que está vivo, y no porque esté guardado en la hemeroteca o en la casa está muerto, pues es algo a lo que puedes recurrir en términos de investigación documental, hoy a través de internet”.

Una vertiente más en su vida ha sido la política y se declara fiel a la izquierda mexicana, a la que tiene principios, y tal filiación también se la debe a su padre, debido a que el doctor García Munguía se incorporó en 1934 al movimiento impulsado por el general Lázaro Cárdenas del Río para rescatar la industria petrolera nacional cuatro años después.

“Fue su amigo hasta los últimos días de su vida, en octubre de 1970. De ahí que mi padre apoyara conmigo y mi hermano Miguel a la Corriente Democrática (CD) para incorporarnos después al Frente Democrático Nacional (FDN) por sentir una admiración profunda hacia el general y su familia, que hoy se traduce en fuerte amistad con Cuautémoc Cárdenas, sus hijos Lázaro y Cuauhtémoc, su esposa Celeste Batel y doña Amalia Solórzano de Cárdenas”.

Perteneciente al grupo fundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989, García se mantuvo fuera de él al observar el comportamiento deshonesto de muchos de sus militantes hasta que, a petición de su profesora Ifigenia Martínez, de diciembre de 2004 a mayo de 2005, formó parte de la coordinación de información en la campaña de Yeidckol Polevnski, candidata de esa formación política al gobierno del Estado de México, con el objetivo de posicionarla ante los medios y la ciudadanía, cargo del que fue removido sin aviso por la imposición de otro equipo de prensa enviado por Andrés Manuel López Obrador en apoyo de la empresaria, semanas antes de las elecciones estatales mexiquenses el 3 de julio de 2005.

“Para quienes hemos tenido un desarrollo profesional como el mío, la política resulta decepcionante al encontrarnos con los mentecatos, mendaces y deshonestos, cuyo objetivo final sólo es el disfrute del poder para ellos y sus cortes de lambiscones; pero, si he participado en ella activamente –como en 1971, al crearse el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT)- ha sido de buena voluntad y porque siempre me ha gustado el contacto con los protagonistas que he sentido valen la pena, aunque a veces nos equivoquemos”.

No fue así con quienes –asegura- guardan ciertos principios de decencia, entre ellos Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y Porfirio Muñoz Ledo, y hay otra anécdota: “Este último me llamó ‘héroe de la transición’ en 2003, por haber dado a conocer en 1987 el movimiento democrático opositor al gobierno de Miguel de la Madrid a la prensa extranjera, destacando la tarea de dirigentes honestos y valientes al frente de algo que cambió la historia política mexicana para siempre”.

El “brasileñólogo”

La explosión de la bossa-nova brasileña, su amistad con Carlos Lyra y el fútbol fueron los detonantes de su fascinación por Brasil: “Su inmensidad territorial, su dulce idioma portugués, su independencia incruenta contrariamente a todas las guerras que se dieron en naciones latinoamericanas y mi contacto con su gente, me convirtieron en brasileñólogo”

La nación sudamericana siempre llamó su atención, y con base a sus estudios descubrió la enorme diferencia de su formación como nación respecto a las otras que integran la América nuestra: “El primer contacto que tuve con brasileños fue cuando conocí a unos morenos hospedados en un lugar conocido como Suites Emperador, en la colonia Narvarte, aquí en México. En 1959, mi padre y sus amigos del equipo capitalino Atlante me presentaron a mi y a otros niños a Edson Arantes do Nascimento Pelé y, un año antes, a Manuel Francisco dos Santos, Garrincha, cuando se iniciaron los célebres torneos Pentagonales en los que participaron el Santos de Sao Paulo y el Botafogo de Río de Janeiro”.

Narra que, a la edad de diez y once años, tuvo esa oportunidad: “Siempre he dicho que fue como haber visto de cerca a Dios y a dos de sus arcángeles, tocarlos y saludarlos siendo sólo un niño, situación que influyó en mi pasión por el fútbol, además del fanatismo que compartí con mi hermano –está con el Toluca desde chiquito- y con mi padre el atlantista”.

En Río de Janeiro realizó un diplomado de Historia de Brasil, domina al cien por ciento el portugués y realizó una tesis entre los años 1964 y1981 llamada Brasil: El Cesarismo de los Mariscales. “Tanta fascinación –que entró por el balón, el alarido en los estadios y la música popular brasileña- finalmente me llevó a residir, trabajar, estudiar y desempeñarme profesionalmente en la nación sudamericana en 1978, 1985 y 1990, años en que fui corresponsal de la Agencia Mexicana de Noticias (Notimex) y la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (ALASEI), dedicado también a traducir del portugués al español los libros clásicos La magia de los cristales e Historia del candomble afro- brasileño.

En 1989 escribió el libro-reportaje Amazonia: la frontera verde, que dibuja en cabalidad el drama de la destrucción de las selvas brasileñas y sus efectos sobre el planeta, y 1993 lo dedicó al texto Brasil en blanco y negro, reveladora historia que relata el grado de corrupción alcanzado por Fernando Collor de Mello, efímero mandatario que hizo de la cleptocracia un estilo de vida en una nación de mayorías inmensamente pobres.

Además de enviado especial como reportero, fue intérprete simultáneo en eventos internacionales en Angola, Portugal, Mozambique y Cabo Verde, lugares donde se habla la hermosa y dulce lengua lusitana, además de haber formado parte de la brillante generación de alumnos 1978 - 79 de la prestigiosa fundación Getulio Vargas.

Sueños, miedos y aficiones

Su cubículo en el área de Comunicación Social del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), en donde desempeña la jefatura de Vinculación con Medios y Corresponsales Extranjeros acreditados en México, no sólo alberga una computadora, periódicos y libros, sino mapas mundiales, carteles de un Lula sonriente que dice en portugués “Quero um Brasil decente”; fotografías de la cantante Thalía, Willy Brandt, Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara, además de caricaturas y una vieja imagen del general Lázaro Cárdenas que, evidentemente, dan vida y colorido a tan pequeño espacio.

“Thalía y su hermana Ernestina me tocan el corazón: soy buen amigo de ellas y de su familia, y también me gustan Elefante, Maná, Chayanne, Alejandra Guzmán, Shakira, Luciano Pavarotti, Alfredo Zitarrosa, Roberto Darvin, Patxi Andión y Michael Bublé, cantante canadiense al que le ronca la carabina como diría mi querido amigo y maestro cubano Nelson Notario, y como se ve es una combinación entre lo viejo y lo actual, ya que también me agradan Johnny Laboriel, Enrique Guzmán, César Costa, los Platters, los Beatles, los Rolling Stones, los Doors, Janis Joplin, Jimmy Hendrix y Carlos Santana”.

Una tierna sonrisa se dibuja en el rostro de Luis Alberto al hablar de sus amistades y el fútbol, dos de sus grandes gustos. “Soy bien leña, bien cuate con mis cuates, converso muchísimo y convivo con ellos cada sábado en los cafés y librerías de Polanco y la colonia Roma, y siempre los respeto porque me agrada que me respeten, no meterme con nadie para que nadie se meta conmigo”.

De vuelta al fútbol, desde los diez años tuvo contacto con ese deporte: “Ya lo dije: mi padre fue directivo del Atlante cuando era propiedad del general Juan José Núñez -ex miembro del Estado Mayor Presidencial del general Cárdenas-, quien le encomendó la tarea de observar a los primeros futbolistas brasileños que venían de Brasil al Club Oro de Guadalajara, entre ellos Necco, Carlos Peters, Nicola Gravina, Paulo Martorano, Luis Juracy y Adhemar Ferreira, mis primeros ídolos antes de convertirme en fanático irredento de los Pumas de la Universidad Nacional, luego de su ascenso a la Primera División en 1962 y, en Brasil, del Flamengo, campeón mundial de clubes de la mano de Arthur Coimbra Antunes, Zico, en 1981”.

Dice que el deporte es bello, con un “pero”: “Como ahora todo es mercado, ha caído en el comercialismo, y por ello son merecidas las críticas al falso nacionalismo que promueve el duopolio televisivo en México, que disfraza de verde a quien se deja, o le pinta la cara en nombre del fútbol, que no debe ser pan y circo como fue en Brasil en tiempos de una dictadura militar que se prolongó más de dos decenios”.

Con vasto currículo, incursiones en todo tipo de medios y géneros periodísticos en otras partes del mundo, profesor y analista fundador del Círculo Latinoamericano de Estudios Internacionales (CLAEI), organización de reflexión y propuesta con sede en la capital mexicana, Luis Alberto García tiene pendiente escribir un anecdotario de muchas historias cortas, sobre todo lo que recuerda haber vivido desde octubre de 1967 como periodista, que abarcaría recuerdos de viaje a la guerra y a la paz, de amigos y detalles sobre las enormes gratificaciones que le ha brindado el periodismo.

“En el fondo –casi concluye- me hubiera gustado ser historiador o marinero, pues la historia y el mar son insondables, caracterizados por su belleza y su misterio, y debe decirse que he presenciado de todo; pero sin volverme invulnerable. Mi anhelo más grande es que, al morir de forma tranquila y digna, quietecito, quede un buen recuerdo de mi y de mis acciones; en tanto mi mayor temor es que la juventud no tenga una orientación correcta a sus inquietudes y caiga en el engaño, la manipulación radiofónica y televisiva, la ignorancia y la ausencia de valores, partiendo de que tengo un hijo nacido en octubre de 1981, Miguel Antonio, quien se inició como periodista en TV Cable con Maité Noriega, otra amiga inigualable”.

Como al resto de sus contemporáneos, a Luis Alberto no le agradaría que los jóvenes cayeran en la superficialidad, sin preocuparse por su entorno y sin actuar por México: “Deberán basar su desarrollo en una formación intelectual y moral heredada de sus mayores”.

El IFAI es trinchera

Como antiguo integrante de organizaciones defensoras de los periodistas y en su desempeño como vínculo con medios y corresponsales extranjeros en una institución federal –su actual y minúscula trinchera- se preocupa obsesivamente por atender a sus colegas, promoviendo el derecho a la información y la transparencia, pues considera que el ocultamiento de la verdad es lesivo para la democracia, y por supuesto, para él y sus compañeros de trabajo, las agresiones son lamentables: “En el mundo, sin exceptuar a México, hay persecución a las ideas, y no hay duda de que eliminar ese fenómeno negativo también es, en lo general, responsabilidad nuestra como parte de la sociedad, y de los gobiernos en lo particular como parte del Estado.”

Dice para terminar: “Siempre estaré con mis colegas, y por ello hay que trabajar a favor de legislaciones que defiendan las libertades y la democracia no obstante el peso de las estructuras económicas y políticas; y no hay duda de que hemos avanzado en materias como las que a diario abordamos, sólo que esas leyes aún no se saben utilizar y es necesario aprenderlas. Todos los ciudadanos tienen derecho a pedir cuentas, ejercer sus libertades, y por eso es nuestro deber fomentar la cultura de la transparencia para que en México haya justicia y democracia sin condiciones, sin trampas ni mentiras”.






Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Universidad Nacional Autónoma de México
Periodismo Especializado
Profesor Nelson Notario Castro
Gallegos Pineda, Ilse Nallely

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